P. Sebastián Menéndez, MC

Ya en los primeros siglos el Cuerpo de Cristo recibe de los fieles, dentro de la misma celebración eucarística, signos claros de adoración que aparecen prescritos en las antiguas liturgias. “San Agustín decía: ‘nadie coma de este cuerpo, si primero no lo adora’, añadiendo que no sólo no pecamos adorándolo, sino que pecamos no adorándolo” (Pío XII, Mediator Dei, 162; San Agustín, Enarrationes in Psalmis, 98, 9).

Nuestro Señor se aparece por primera vez a Santa Juliana de Lieja en 1208 cuando tenía 16 años y varias veces más durante sus adoraciones eucarísticas. En una visión, la luna se le presenta en pleno esplendor con una franja oscura atravesada en su diámetro. Nuestro Señor le hizo comprender que la luna simbolizaba la vida de la Iglesia y la franja oscura la ausencia de una fiesta litúrgica, una fiesta en la que los fieles puedan adorar la Santa Eucaristía para aumentar su fe, avanzar en la práctica de las virtudes y reparar las ofensas al Santísimo Sacramento. A la luz de estas visiones, el obispo Roberto de Thourotte, instituye en 1246 la fiesta del Corpus en Bélgica. El cardenal Hugo de Saint-Cher, extiende la fiesta a Alemania.

También en el siglo XIII, el Padre Pedro de Praga, al dudar de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, realizó una peregrinación a Roma para pedir ante la tumba de San Pedro la gracia de la fe. Al regresar, celebrando la Santa Misa en Bolsena, la Sagrada Hostia sangró y manchó el corporal con la preciosísima sangre. La noticia llegó al Papa Urbano IV y ordenó que le llevaran el corporal. La reliquia fue llevada en procesión y el Papa acompañado de su corte salió al encuentro de las sagradas reliquias, y en el puente de Rivochiero, tomó entre sus manos el sagrado depósito y lo llevó procesionalmente a Orvieto.

Y poco después, en 1264, extendió esta solemnidad litúrgica a toda la Iglesia latina mediante la bula Transiturus y escribe: “Aunque cada día se celebra solemnemente la Eucaristía, consideramos justo que, al menos una vez al año, se haga memoria de ella con mayor honor y solemnidad. De hecho, las otras cosas de las que hacemos memoria las aferramos con el espíritu y con la mente, pero no obtenemos por esto su presencia real. En cambio, en esta conmemoración sacramental de Cristo, aunque bajo otra forma, Jesucristo está presente con nosotros en la propia sustancia. De hecho, cuando estaba a punto de subir al cielo dijo: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’” (Mt 28,20). Y encarga a Santo Tomás de Aquino la confección de himnos eucarísticos para esta celebración. Él compuso, por encargo del Papa, el maravilloso texto litúrgico del Oficio del Corpus: Pange lingua, Sacris solemniis, Lauda Sion.

El testimonio de los santos, nos impele a la adoración a Jesús en el Santísimo Sacramento:

  • San Francisco de Asís pidió a sus hermanos antes de morir que tuvieran siempre la inmensa veneración que él profesaba hacia la Eucaristía: “Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios, sino su Santísimo Cuerpo y su Santísima Sangre, que ellos reciben y sólo ellos administran a los demás. Y quiero que estos santísimos misterios sean honrados y venerados por encima de todo y colocados en lugares preciosos”.
  • El mismo Santo Tomás de Aquino era el primero en levantarse por la noche e iba a postrarse ante el Santísimo Sacramento pues era su devoción predilecta.
  • San Ignacio de Loyola hizo mucho por difundir la piedad eucarística, sobre todo con sus paisanos en Azpeitia.
  • Santa Teresa de Jesús, al tener una vida espiritual centrada en el Santísimo Sacramento, decía: “Para mí es grandísimo consuelo ver una iglesia más adonde haya Santísimo Sacramento”.
  • “Está allí aquél que nos ama tanto, ¿por qué no le hemos de amar nosotros igual?” (Santo Cura de Ars).
  • El Papa Benedicto XVI nos alienta: “Quiero afirmar con alegría que la Iglesia vive hoy una ‘primavera eucarística’: ¡Cuántas personas se detienen en silencio ante el Sagrario para entablar una conversación de amor con Jesús! Es consolador saber que no pocos grupos de jóvenes han redescubierto la belleza de orar en adoración delante del Santísimo Sacramento” (Audiencia general, 17 Noviembre 2010).
  • Y San Juan Pablo II, nos invita con gran gozo: “La participación fervorosa de los fieles en la procesión eucarística en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo es una gracia del Señor, que cada año llena de gozo a quienes participan en ella. Y se podrían mencionar otros signos positivos de fe y amor eucarístico” (Ecclesia de Eucharistia, no. 10).

Tal vez este año no nos sea permitido por la contingencia que estamos viviendo…. Pero, grabemos en nuestro corazón y en nuestra piedad esta consigna para llevarla a cabo siempre que podamos: ¡Salgamos en esta Solemnidad con gran fervor y amor a Jesús, a profesar nuestra fe y a participar de la Procesión de Corpus Christi, tanto en nuestras propias Parroquias como la Diocesana presidida por nuestros Obispos. ¡Es el día de gritar abierta y públicamente “Viva Cristo Rey” en su Trono eucarístico!