P. Gonzalo Viaña, MC.

Siempre seremos estudiantes. El estudio no termina ni en la escuela ni en la universidad. Nuestro intelecto tiene sed de la verdad, de conocimiento. Ya sabemos cuál es la graduación de la escuela de la vida… Y la estudiosidad es un hábito bueno, la virtud de la studiositas.

Hace algún tiempo di un curso de cómo estudiar, y al prepararlo encontré abundantísimo material de técnicas distintas. Pero cuando busqué “para qué estudiar” no encontré prácticamente nada. Siempre antes del cómo, debemos asegurarnos el “para qué”. El fin, es anterior a la ejecución. Antes de tirar la flecha, apunto al blanco.

San Bernardo nos da la nota para que afinemos nuestra intención, el para qué. Dice que si estudias sólo por ganar dinero, es ambición; si lo haces por ganar fama, es soberbia. Si lo haces para instruirte reconociendo que no sabes, es humildad. Si lo haces para con esa ciencia ayudar o instruir al prójimo, es caridad. Sólo estas dos últimas motivaciones son dignas de seguir.

Santo Tomás en su famosa carta al Hermano Juan nos deja sabios consejos de cómo estudiar.

Ya que me pediste, fray Juan -hermano, para mí, queridísimo en Cristo-, que te indicase cómo debes estudiar para adquirir el tesoro de la ciencia, mi consejo es el siguiente”:

  1. “No te lances de pronto al océano, sino acércate por los riachuelos, porque a lo difícil se debe llegar por lo fácil”. Comienza con lecturas, y temas más fáciles. Esas pequeñas victorias, te animarán a dar pasos más fuertes. Como cuando aprendes un idioma: primero debes construir ladrillos (palabras) antes de construir paredes.
  2. “Se tardo para hablar y para ir a distracciones” Se necesita energía y concentración para estudiar. Crear un ambiente donde haya pocos estímulos que llame mi atención. Hoy en día el peor enemigo del estudio, es el teléfono. Las redes sociales pueden comernos varias horas por semana, de tiempo totalmente desaprovechado, inútil. Busca limitar los horarios y tiempos de uso, al mínimo posible.
  3. “Abraza la pureza de conciencia”. La pureza da lucidez, claridad de pensamiento. Una razón más por qué luchar por protegerla. En cambio, el pecado trae intranquilidad de conciencia, sentimiento de vacío, ansiedad y más tentaciones. Turba el corazón continuamente. Y entonces me quedan dos opciones: o pongo más ruido en mi vida para acallar mi conciencia. O simplemente hago las paces con Dios en una buena confesión y pongo los medios para no perder en nada su gracias.
  4. “Entrégate a la oración”. Inteligencia viene de intus legere (leer lo que está adentro, más allá). Y la fe es la mejor luz para penetrar el significado profundo de las cosas. La oración agudiza la inteligencia, pero sobre todo, consigue de Dios esa luz necesaria para ver profundamente. La Misa y oración diaria, más que quitarte tiempo de estudio, lo harán mucho más eficaz y rendidor. Ya verás!
  5. “Procura permanecer en tu celda, si quieres entrar un día en el templo del saber”. Sí, se trata de crear mi ambiente, mi rincón tranquilo de estudio, desconectado de todo. Pero sobre todo, de permanecer en la celda interior de mi corazón –como decía Santa Catalina- donde me encuentro con Cristo y como en un templo, siento su presencia. Sin huir a lo exterior. Con la disciplina de sosegar mis pasiones y perseverar en esa suave lucha.
  6. “Sé amable con todos” La amabilidad, hija de la caridad, da paz al alma, y la transmite a los demás. Así serás faro de luz, más aún que por tus conocimientos, por tu caridad a los demás. Que harán más sabrosas las verdades que quieras compartir con los demás.
  7. “No te preocupes de lo que hacen los demás”. Mi santidad es entre Dios y yo. No necesito andar esparciendo el perfume hasta que desaparezca. Ni necesito enredar mi cabeza y corazón en la vida de los demás. Tantos juicios inútiles y temores vanos que quieren robarme la paz! No les daré lugar, no les abriré la puerta.
  8. “No tengas demasiada familiaridad con nadie, pues la excesiva familiaridad engendra desprecio y roba tiempo al estudio”. No todo límite es malo. Al contrario, es bueno tenerlos claros, y mantener ese orden, también en el afecto y trato con los demás. Quizás queriendo caer bien podemos ser pegajosos, o cansar a otros con nuestra conversación. El silencio no es un enemigo, o un intruso incómodo. Es lo que dará más peso a mis palabras, y me hará más eficaz en hacer el bien a los demás.
  9. “Huye sobre todo de perder el tiempo”. Nada como armarte un buen horario y seguirlo en todo: Hora de levantarse y de acostarse. Momento en que rezaré, y que estudiaré, etc. El orden da paz, y multiplica el tiempo. Será como tener alas: al principio pesan, pero luego te harán volar lejos. No hay victoria sin disciplina. Todos los grandes deportistas y genios lo saben.
  10. “Imita a los santos y a los buenos” Ahí tienes al mismo Santo Tomás para imitar: “el más santo de los sabios, y el más sabio de los santos”. Y tantos otros santos que se apasionaron por conocer la verdad e hicieron tantos aportes a las ciencia, la filosofía, el arte, la teología y toda rama del saber humano. Estudia como ellos, con espíritu de oración, para que la ciencia, no seque el fervor del corazón. Elige el santo que quieras, y tómalo como modelo.
  11. “Guarda en la memoria todo lo bueno que oigas, sin reparar en quién lo dijo” La memoria es como un músculo que se ejercita. Antes se enseñaba a memorizar largos poemas, comienzos de libros, tablas periódicas, y muchas cosas más. Los antiguos transmitieron libros enteros repetidos verbalmente. Hasta gran parte de las Sagradas Escrituras nos llegaron así. Ejercita la memoria a diario. Purifica lo malo, aprendiendo y reteniendo lo bueno. Por favor, nunca digas: “No me interesa recordarlo, seguramente está en Google”… Por que el cerebro se te hará como el índice de un libro en blanco.
  12. “Trata de entender todo lo que leas y oigas, cuando tengas alguna duda, aclárala”. Evita la superficialidad. Relee el párrafo, pregunta cuando no entiendas, busca la palabra en el diccionario. Acostúmbrate a ir al fondo de las cosas. Las que valga la pena claro. Que si no, puede perderse tiempo averiguando detalles de noticias pasajeras y de poca importancia, y entonces nos infoxicamos de inutilidades.
  13. 13. “Acumula cuantos conocimientos puedas en el arca de tu mente, como quien trata de llenar un vaso”. La verdad conocida produce deleite en la mente. Claro, no todo vale la pena. Elige bien qué vas a atesorar en esa arca de tu mente. Pero a la vez, no seas ocioso. No todo conocimiento te servirá ahora. Pero en el futuro, te ayudará a tomar decisiones más ponderadas. La curiosidad es un vicio: aprender lo que no me sirve, por sacarme un gusto. Y hasta puede ser muy peligrosa. Discierne donde pones tus fuerzas. Pero también la pereza mental es un vicio. Es no desarrollar los talentos que Dios te dio. Sé metódico y constante, y el conocimiento dará fruto. Y algún día contemplarás la Verdad plena en el Cielo. La Verdad que satisface plenamente al alma.
  14. “No busques lo que sea superior a tus fuerzas”. Dios da su gracia a los humildes, y también su sabiduría. Busca conocer lo que Dios quiere que conozcas, ni más ni menos. Para dirigir toda la gloria a Él, para conocer más su obra. Aprende de los demás. No hay nadie que no tenga algo que enseñarte, con su palabra o con su ejemplo. San Ignacio decía, que de todos en su casa se edificaba, excepto de si mismo…

Si sigues estos pasos, producirás copiosas ramas y frutos en la viña del Señor. Cúmplelos y alcanzarás lo que deseas.

Saludos, Fray Tomás.

Saludos a todos! Y hasta la próxima.