Los males que azotan a nuestras naciones, en gran parte son causados por los gobernantes que las dirigen. Que obviamente, los votó el “pueblo” (Entiéndase masa controlada por sistemas manipuladores de marketing, subyugadas económicamente y encerradas en la ignorancia, para ser más fácilmente manipulables). Ni que hablar del instrumento casi perfecto de manipulación que son las redes sociales. Recordemos el escándalo de Cambridge Analítica y sus manipulaciones del Brexit y varias elecciones presidenciales. Que simplemente fueron unos de los tantos “socios” de Facebook.

Recientemente la científica de datos Frances Haugen, ex gerente de productos de Facebook, denunció algo que en realidad hemos escuchado ya bastante: Que la red social incita la violencia y el odio contra otros para poder vender más. Es ese un mecanismo que todo líder sicópata siempre usó: “Hay que tener un enemigo odiado, así todos se unen bajo mi bandera y me siguen ciegamente”. Son estas redes sociales las que finalmente tienen más poder real que cualquier líder mundial, incluido Trump que fue silenciado por Twitter.

Pero usar la palabra “sicópata” para hablar de los líderes políticos que nos gobiernan, ¿no es simplemente un insulto apasionado? No. Es una descripción técnica. ¿Cuáles son entonces esas características? El deseo de poder como un fin de todas las acciones; egocentrismo (búsqueda únicamente del propio beneficio y desinterés por el bien común); necesidad de satisfacción personal (muchas veces extravagentes); encanto superficial y seducción de los demás fingida; finge ternura y simpatía, pero no tiene ninguna empatía con el sufrimiento de los demás, no puede entenderlo ni sentirlo; necesidad de controlarlo todo hasta el detalle. Se agolpan en nuestra memoria los rostros de tantos políticos actuales!

Robert Greene, en su libro “Las 48 reglas del Poder”, analiza las acciones y enseñanzas de los gobernantes más famosos de la historia, y algunos ideólogos: La reina Isabel de Inglaterra, Napoleón, Machiavelo, Sun-Tzu (el del arte de la guerra). Parece un manual de cómo convertirse en un sicópata. Acá van algunas de las más escalofriantes: “Haga que los demás dependan de usted; disimule sus acciones; busque llamar la atención a cualquier precio; muéstrese como un amigo pero actúe como un espía; no confíe demasiado en sus amigos y aprenda a utilizar a sus enemigos; casi todo depende de su prestigio, defiéndalo a muerte; peligro de contagio: evite a los perdedores y desdichados; logre que los demás trabajen para usted, pero nunca les deje llevarse los laureles; aplaste por completo a su enemigo, actúe como rey para ser tratado como tal; finja candidez para atrapar a los cándidos; juegue con la necesidad de la gente de tener fe en algo par conseguir seguidores incondicionales;  etc.” ¡Parecen salidas de la boca del demonio arengando a sus secuaces a hacer guerra a los seguidores de la caridad de Cristo!

Algunos sicólogos prefieren usar la palabra sociópata para estos casos generales, y reservar la palabra sicópata para el que es incluso capaz de matar para alcanzar el poder. Pero ante el crimen del aborto aprobado, e impulsado, incluso por políticos que dicen “en lo personal estoy en contra del aborto, pero es un derecho” y quieren “abrir el debate”. ¿Qué calificativo merece el que entrega millones de compatriotas (en el vientre de la madre) a la muerte, por llenar sus bolsillos con el dinero de sangre de las multinacionales abortistas como Planned Parenthood?!! Cómo no llamar así al que mantiene a su patria sin educación, sin obras públicas básicas (agua, cloacas, electricidad, viviendas, caminos, canales de desagüe para evitar inundaciones, etc.) y por debajo el índice de pobreza?! Cuando todo esto sería evitable y mejorable, si el fin último de los gobernantes no fuese el abrazar todo el dinero y poder posible.

¿Cómo hemos llegado a ser controlados por sicópatas? Dice el filósofo Peter Kreeft, que un pueblo entrega su libertad a un tirano para no tener que sufrir la molestia de tomar sus propias decisiones y trabajar por su destino. Y comentaba recientemente Juan Manuel de Prada que:

“ Íntimamente sabemos que tales monstruos –aunque nos repitan hasta la extenuación que están determinados por un código genético que los configura fatalmente– son hijos de un determinado clima social y espiritual. Y ese clima que contribuye a la floración de caracteres psicopáticos es el que promueve nuestra época, con sus nuevas formas de vida desvinculadas y artificiosas, con su abandono de Dios, con su negación de los frenos morales, con su dependencia tecnológica, con su solipsismo incapaz de ver en el prójimo otra cosa que no sea un instrumento para la satisfacción de sus intereses egoístas. Los psicópatas… son nuestros semejantes, nuestros hermanos, hijos de las fuentes envenenadas de las que todos bebemos con fruición.”

¿Qué actitud tomar ante un sicópata? Dice el Dr. Marietan, autor de varios libros sobre el tema, que sólo hay dos posibilidades: huir o atacar. Nunca “acostumbrarse”. No aliento la fuga de cerebros, gente que podría ayudar a sacar el país adelante, y en cambio decide irse a otro país, para sacar al menos su familia adelante. No la aliento, pero sí la comprendo, y tengo muchos amigos que se han visto en tales aprietos y no han tenido otra opción. Creo que es mejor atacar. No me refiero a la violencia, si no a la acción, ordenada, sistemática, planeada a largo plazo, pero diaria. Hagamos nosotros nuestra parte desde el lugar que nos toca: al que Dios llama a la política, que ponga las manos en el arado, y no se contente con un cargo bajo, que luche por llevar a Cristo a todas las decisiones políticas. Participemos en marchas. Y por favor! No repitamos el slogan liberal de “en la mesa no se habla de religión ni de política”. Entonces, a qué parte de la casa hay que ir para hacerlo? Porque si no forman a sus hijos sobre qué pensar respecto a la fe y a la política, los deformarán las redes y los medios de desinformación.

Y a todos nos llama Dios a enseñar la Fe católica, porque sólo evangelizando y logrando la conversión de las almas y del país, se genera un clima donde no pululan los sicópatas, donde no pueden manipular a nadie.

Por último, rezando a nuestra Santa Madre Protectora por nuestra Patria, a diario. Que es algo que siendo la solución principal, todos damos por descontado y poquísimos la ponen en práctica. ¡Que viva la Virgen y que viva la Patria!

P. Gonzalo Viaña, MC